EL SECTOR DE LA DEFENSA DE GRAN BRETAÑA ENFRENTA VIEJOS PROBLEMAS Y NUEVOS RECORTES

02.07.2013 18:19

 

El sector de la defensa de Gran Bretaña enfrenta nuevos recortes. En teoría no afectarán ni a la cantidad de efectivos ni al equipamiento. Se reducirá personal civil e incluso podría hacerse el intento de renegociar algunos contratos ya firmados con proveedores de armas y equipos. La cuestión es simple: campañas como la de Irak y Afganistán redujeron la voluntad de algunos políticos (no todos) y ciudadanos comunes, de que el país se vea involucrado en ese tipo de conflictos. No están en contra de sus fuerzas armadas, pero reconocen otras prioridades.

 

Lo arriba expuesto tiene derivaciones de diverso tipo. En primer lugar hay quienes temen que los puestos que vayan dejando los civiles que trabajan en el sector de la defensa deban ser ocupados por militares. Éstos de por sí están viendo la reducción de sus efectivos y el reemplazo de los mismo por reservistas menos entrenados. En segundo lugar, las empresas proveedoras de equipos e insumos para la defensa no resignarán ganancias con facilidad.

 

Otra preocupación viene del exterior. Los Estados Unidos consideran a Gran Bretaña su socio número uno en sus aventuras militares y no miran con simpatía los fuertes recortes que hace Londres, en un momento en que ellos mismos están haciendo los propios. Londres se aleja de EEUU y se acerca a Francia, un aliado que para muchos parece menos confiable.

 

Tanto desde sectores ligados a la Royal Navy como desde otros cercanos al Ejército Británico se alzan voces de alarma respecto a la pérdida de capacidades. No todas, sin embargo, se están perdiendo exclusivamente por mérito del gobierno de Londres. Los retrasos en el programa F-35 podrían ver al primer portaaviones de la clase Queen Elizabeth convertido en un monumento a la ineficiencia y la falta de planificación, dotado inicialmente de más helicópteros que aviones. El programa del JSF no acumula sólo retrasos, también problemas técnicos de difícil resolución.

 

Crecen las voces de alarma sobre el calor que generarán los diferentes componentes de la aeronave, que para conservar sus características furtivas, no podrá disipar al exterior. Eso impactará en el calentamiento de piezas y en su vida útil, lo que implicará el crecimiento de los de por sí altos costos operativos. Los pilotos también sufrirán ese calor. Gran Bretaña optó por dotar sus futuros portaaviones con una aeronave que resultará cara de mantener, de un reducido radio de acción (en especial si se quiere aprovechar sus características de furtiva), que resultará en un gran estrés para sus pilotos y que podrá cargar poco armamento. También la variedad de armamento que podrá llevar será limitada en la configuración furtiva.

 

Los indicios de ineficiencia y falta de planificación no terminan ahí: La RAF dio una autorización de emergencia para que las aeronaves Eurofighter Typhoon puedan abastecerse de combustible desde los nuevos tanqueros Voyager.

 

La inusual decisión se tomó hace una par de semanas, y permitirá a los Typhoon repostar desde los Voyager, a pesar de que la autoridad de aviación militar de Reino Unido (Military Aviation Authority o MAA), el organismo que hace ese tipo de aprobaciones, aún no extendió ese permiso. La RAF habría tomado esa decisión por la precaria capacidad de otras aeronaves de abastecimiento en vuelo.

 

Los británicos son conscientes de su debilitamiento militar, falta que lo acepten. No hay razones de peso para que Gran Bretaña siga siendo una superpotencia militar. El mundo debe empezar a buscar otras formas de resolver conflictos. Si se toman en cuenta solo los 400.000 millones de dólares que se dilapidarán en el programa JSF, se comprenderá que con solo parte de ese dinero se podría haber resuelto muchos problemas. Es cuestión estar dispuesto a hacerlo.