GRAN BRETAÑA Y EL DESATINO DE HABER ATADO SU FUTURO AERONAVAL AL F-35B

24.06.2014 15:18

 

A los problemas que eran de público conocimiento: los retrasos en el desarrollo del software y la cuestionable (para ser suaves) furtividad de los F-35, se sumaron dos nuevos incidentes graves al programa militar individual más costoso de la historia. El 10 de junio uno de estos aviones monomotor debió realizar un aterrizaje de emergencia. La causa fue una fuga de aceite en el motor F135 Pratt & Whitney, al parecer en una parte de una válvula que controla el flujo de combustible. Tres días después de ese aterrizaje se ordenó que todos F-35 permanecieran en tierra hasta que los inspectores pudieran examinar la mencionada válvula. Una inspección reveló hallazgos sospechosos en tres aparatos F-35B.

 

En el segundo incidente grave en solo dos semanas, ayer (lunes 23) por la mañana, un F-35 Joint Strike Fighter de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos se incendió al intentar despegar desde su base de Florida, según lo dieron a conocer funcionarios del Pentágono. El avión sufrió un principio de incendio en el extremo de su popa. El piloto escapó ileso, en tanto que el fuego fue extinguido con espuma por un equipo de tierra. Anoche se estaban evaluando los daños y buscando la causa del incendio.

 

Como si esto incidentes no fueran suficientes, en Canadá volvió a cuestionarse la proyectada compra de estos aviones.

 

Más que las noticias individuales de los inconvenientes técnicos, queremos hacer un análisis de las consecuencias que esos inconvenientes tendrán sobre el futuro militar de EEUU y sus aliados en general y sobre el de Gran Bretaña en particular. Los costos del programa F-35 ya estarían rondando los 400.000 millones de dólares. El monto es escandaloso por sí mismo. Pero si encima se toman los magros resultados obtenidos con esa suma, no es difícil comprender que el programa es lisa y llanamente un fracaso. A la cifra ya mencionada habría que sumarle algunos costos indirectos. Si el F-35 no fuera capaz de operar por sí solo, habría que contabilizar como costo la operación de las aeronaves de apoyo. Damos un ejemplo. Si el F-35 no llegara a ser tan furtivo como se pretende (y eso parece ser un hecho) eventualmente podría necesitar del apoyo de un avión capaz de interferir radares enemigos. El costo de operar ese avión, debería ser sumado al costo del programa F-35, ya que se supone que el F-35 puede hacer esa tarea por sí mismo.

 

Los retrasos del programa del Joint Strike Fighter y las características técnicas de alguna de sus variantes, significarán que el avión entre en servicio con cierto grado de obsolencia. Eso es lo sin dudas ocurrirá con la variante de despegue corto y aterrizaje vertical, es decir la F-35B. Algunos inconvenientes técnicos están obligando a aumentar el peso de la aeronave, por lo que su autonomía y/o su capacidad de cargar armas, se vean aún más reducidas.

 

El caso es que los Estados Unidos y muchos de sus aliados están gastando fortunas en el F-35, sin que por ahora pueda afirmarse que el mismo tendrá un buen desempeño operacional, mucho menos en el corto plazo. En épocas de presupuestos militares cuidadosamente elaborados para evitar descalabros financieros, se está derrochando dinero en una aeronave de guerra cuyo futuro desempeño en acciones militares genera muchas más dudas que certezas. Para el colmo, las dificultades técnicas, lejos de verse reducidas, son noticia con mucha más frecuencia de lo que los responsables del programa desearían. El resultado puede significar un debilitamiento en el poder aéreo de Estados Unidos y sus aliados.

 

En el caso británicos, la situación es aún peor. Los británicos están a punto de bautizar formalmente al portaaviones Queen Elizabeth. El mismo deberá iniciar sus pruebas y su vida operativa casi exclusivamente con helicópteros. El F-35B, la variante más problemática del programa JSF, no tendrá valor operativo en el corto plazo. Para el colmo no existe una aeronave de despegue corto y aterrizaje vertical que pueda reemplazar a la variante STOVL del F-35. Los Harrier fueron vendidos a los Marines estadounidenses y no hay otra alternativa. Invitamos al lector que piense qué pasaría en el hipotético caso de un nuevo conflicto armado por los archipiélagos del Atlántico Sur. El deterioro del Ejército Argentino se desaceleró, al igual que el de la Armada Argentina. En los últimos meses la Armada Argentina recuperó dos submarinos. La infantería de Marina carece de los medios necesarios para el desembarco de blindados, pero por lo demás su poder de fuego y su entrenamiento son muy buenos. Los adiestramientos conjuntos de las Fuerzas Armadas Argentinas - casi inexistentes antes de la Guerra de Malvinas de 1982 - ahora son algo normal y frecuente. Los británicos saben todo eso. Los mandos navales británicos ya no esconden su nerviosismo, máxime cuando la situación en Ucrania es crítica. Hacen bien. Felizmente para Argentina, nadie los escucha.