LA ESTRATEGIA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL - DECIMOQUINTA PARTE: EL EXPANISONISMO JAPONÉS Y EL ATAQUE A PEARL HARBOR (continuación VI)

10.07.2013 17:57

 

No es fácil comprender cómo Singapur, principal base británica en el Extremo Oriente, cayó en manos japonesas con tanta facilidad. Su caída destruyó el poder y el prestigio británico en la región, adquiridos durante la permanencia en la misma durante más de doscientos años. Más de 90.000 soldados británicos se rindieron a apenas 30.000 soldados japoneses.

 

Cuando los japoneses desembarcaron en Tailandia y en Malasia, se dirigieron hacia el sur en dos grandes columnas. Las fuerzas que desembarcaron en Malasia lo hicieron a lo largo de la costa este y las que desembarcaron en Tailandia a lo largo de la costa malaya occidental. Ambas tenían como objetivo final a Singapur. Los británicos permanecieron extraordinariamente tranquilos ante ese hecho.

 

Algunos historiadores afirman que los británicos subestimaban a los soldados japoneses y creyeron que la selva malaya constituiría una barrera infranqueable. Aun así, el almirante Philips salió a atacar a las fuerzas de desembarco japonesas, a pesar de que era consciente de su debilidad, debido a la falta de un portaaviones y de lo anticuado y escaso de los aviones de la RAF presentes en la zona. La Fuerza Z fue destruida durante esa misión, demostrando que en una época de aviones y portaaviones los acorazados se habían vueltos extremadamente vulnerables.

 

Por otra parte los británicos creyeron haber convertido a Singapur en una fortaleza inexpugnable. Sin embargo todos sus cañones de defensa costera apuntaban hacia el sur, es decir, hacia el mar. Como ya dijimos, los nipones se aproximaban desde el norte, desde Malasia. En cuanto a la protección aérea de Singapur, la misma no era suficiente para la moderna y bien entrenada aviación japonesa. La misma atacó desde el aire para debilitar la ciudad.

 

El 11 de enero de 1942 Kuala Lumpur cayó en manos de los japoneses sin resistencia por parte de las tropas británicas, australianas e indias. Las mismas se estaban retirando a Singapur, donde pensaban resistir indefinidamente. De ese modo la isla se llenó de soldados y refugiados civiles, duplicando su población habitual. Eso hizo que los bombardeos japoneses fueran aún más letales.

 

Hay quienes afirman que aun así las fuerzas británicas deberían haber sido capaces de resistir. No lo hicieron, aun cuando el Primer Ministro británico, Winston Churchill, indicó que la batalla debía lucharse hasta el final y que, de ser necesario, los oficiales debían morir con sus hombres. El 15 de febrero el comandante británico, Arthur Percival, accedió a rendirse incondicionalmente. Según algunos, lo hizo por no contar con municiones y suministros suficientes.