LA ESTRATEGIA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL - DECIMOSEXTA PARTE: LA CONTRAOFENSIVA ALIADA EN EL PACÍFICO (continuación VIII)

06.08.2013 16:33

 

La lucha por Guadalcanal se extendió desde el 7 de agosto de 1942 hasta el 9 de febrero de 1943. Había sido terriblemente costosa en vidas. Es casi cínico decir que las bajas niponas fueron muy superiores a las estadounidenses. Como consecuencia estratégica de la Batalla de Guadalcanal hay que señalar el hecho de que Australia y Nueva Zelanda dejaron de estar en peligro. Por otra parte la iniciativa había cambiado de bando y ahora serían los aliados quienes atacarían y los japoneses los que permanecerían a la defensiva.

 

El objetivo de los estadounidenses era doblegar a los japoneses, privándolos de las materias primas estratégicas que éstos obtenían de los territorios que habían ocupado. Así en la primavera de 1943 se planteaban dos estrategias diferentes para vencer a los nipones. Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente del Pacífico del Sur, propiciaba el avance por una ruta a la que podemos llamar “terrestre”. Planeaba tomar las Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea y Filipinas. Así se formaría una barrera que aislaría a Japón de los territorios que se encontraban al oeste de la misma, es decir Birmania, Malasia y las Indias Orientales holandesas.

 

La armada estadounidense tenía otros planes, ya que en la ruta propuesta por MacArthur había muchas fuerzas japonesas. La propuesta de la armada era ocupar las Marshall, las Marianas, Iwo Jima, Okinawa y Taiwán. Así también se podría contar con una barrera, si bien menos sólida. A la vez y sobre todo, se contaría con una serie de bases de importancia estratégica, desde las que se podrían atacar y cortar las líneas de suministro niponas. Según la armada del país norteamericano, eso sería mucho más rápido y económico.  

 

Recién en junio de 1943 se puso en marcha el plan de MacArthur. Entre tanto la marina de guerra estadounidense formó una flota poderosa, que incluía portaaviones nuevos y modernos, los cuales se hallaban dotados de aviones igualmente nuevos y modernos. De todos modos ya el 20 de mayo se había decidido que la armada estadounidense también llevaría a cabo su plan, avanzando a través de la Micronesia, de la cual forman parte, entre otras islas, las Marshall y las Marianas. Los dos avances transcurrirían en paralelo y los grupos de portaaviones apoyarían, alternativamente, ambas ofensivas.

 

En términos generales podríamos decir que no se optó por una combinación de los planes de MacArthur y de la marina estadounidense, sino más bien por la sumatoria de los mismos, lo cual no deja de parecernos un innecesario despilfarro de recursos y sobre todo, de vidas humanas. Si bien tenía sentido avanzar a través de las Salomón y Papúa Nueva Guinea para aislar la estratégica base japonesa de Rabaul, en Nueva Bretaña, por medio de un movimiento de tenaza, la toma de las Filipinas es más difícil de justificar.

 

Más que la formación de una barrera se terminó persiguiendo el objetivo de exterminar a los japoneses. Una buena estrategia militar debe lograr el uso más eficiente de las potencialidades de las propias fuerzas. A nuestro modesto criterio la toma de Filipinas era innecesaria, pero eso no deja de ser una especulación sobre un hecho del pasado. Es imposible saber qué hubiera sucedido si se hubiera optado por una única ruta a través de la Micronesia.