LOS DEMÓCRATAS ATENTAN CONTRA LA LIBERTAD

07.10.2021 08:18
 
Una parte muy importante de los medios de comunicación estadounidenses están en manos del Estado Profundo. El excremento que fluye de la boca de periodistas que se vendieron por un sueldo huele a una profunda corrupción moral. No son sólo los norteamericanos. Muchos medios en castellano, en español, publican pocas noticias verdaderamente importantes sobre lo que realmente pasa en los países más desarrollados; ni siquiera las que se refieren a la economía son presentadas con objetividad. También diversas redes sociales censuran sistemáticamente las publicaciones sobre el Covid-19; sobre algunas posturas políticas y morales; sobre cuanto tema no sea del agrado de la élite que pretende dominarnos. Los algoritmos de algunos motores de búsqueda son programados para que algunos temas se pierdan en alguna nube oscura, impenetrable. No se trata de una teoría conspirativa, es una realidad palpable. La libertad de expresión se convirtió en el privilegio de unos pocos y no sólo en los antiguos regímenes totalitarios. Según una arrepentida y otras fuentes, Facebook es usado por carteles de la droga y para el tráfico sexual, incluso el de adolescentes, pero sus directivos no ven nada. Por el contrario, manipulan a niños y adolescentes, incluso sabiendo que eso les hará daño. No faltan expertos que señalan que en lo que respecta a la salud, Twitter es más dañino que el tabaco. Sí, posiblemente sea una metáfora, pero es una demasiado parecida a la realidad.
 
El Departamento de Justicia de los Estados Unidos tiene una División de Seguridad Nacional que fue creada hace quince años para investigar el terrorismo y las grandes maniobras de espionaje. Con la administración Biden sus objetivos fueron redefinidos. Ahora investigará a los padres de alumnos de las escuelas estadounidenses. ¿Por qué? Muchos padres se oponen a la nueva currícula escolar: la promoción de la agenda LGBTQI+, muchas veces impuesta con material con contenido pornográfico; la enseñanza de la Teoría racial crítica que afirma que toda persona blanca es incurablemente racista; la Historia totalmente tergiversada. Esos padres serán pasibles de ser investigados por el mismísimo FBI por "terrorismo doméstico" ni bien levanten su voz para protestar. Los padres no piden nada raro: que se enseñe matemáticas, lengua, física, catequesis, biología.
 
La libertad física también está en peligro en Norteamérica y en el mundo. La experimentación con seres humanos, condenada en Núremberg tras la Segunda Guerra Mundial, está a la orden del día. En muchos estados la aplicación de vacunas experimentales contra el Covid-19 dejó de ser voluntaria. Si usted no se vacuna puede perder su trabajo, su derecho a viajar e incluso el de entrar a un cine. Todo eso se hace en nombre de la salud. En el mundo mueren de hambre unas 24.000 personas por día. Digamos que llevamos unos 18 meses de "pandemia". Eso da unas 13 millones de personas fallecidas por falta de alimentos, contra unas 4,5 millones muertas por el Covid-19 (y existirían algunos medicamentos económicos para tratarlo, pero de eso no se habla). El problema es que los laboratorios no enriquecen por combatir el hambre, a usted no se le puede prohibir viajar o ir al cine en el nombre del hambre y - después de todo - el hambre es un problema de los pobres, a quién le preocupan. Es más divertido salvar ballenas, pingüinos y osos panda. No es que los últimos no sean importantes pero no deben ser puestos al mismo nivel que el ser humano.
 
Entre tanto buena parte de la gente común calla: calla para no perder su sueldo; por las burlas de los que piensan diferente; para no tener problemas con los familiares, vecinos y amigos y por no agrandar alguna brecha. Claro, le dirán que usted tiene derecho a guardar silencio. Apelando a esa frase le generan miedo a hablar, mientras - haciendo abierta ostentación de ello - lo despojan de sus otros derechos. Hable con respeto, con inteligencia, con una cuota de prudencia. Si decide callar totalmente ahora, no se queje después.