¿A BRASIL LE SIRVE UN SUBMARINO NUCLEAR?

11.03.2013 16:44

 

El viernes 1 de marzo Brasil dio un paso importante en su proyecto de construir un submarino nuclear. Ese día la presidente Dilma Rousseff inauguró la Unidad de Fabricación de Estructuras Metálicas (UFEM), la fábrica que va a hacer las estructuras metálicas de los cascos para cuatro submarinos de ataque convencionales diesel-eléctricos Scorpene (en realidad los submarinos brasileños medirán cinco metros más que los franceses). La misma fábrica construirá el casco de un quinto submarino, propulsado por un reactor nuclear desarrollado íntegramente por Brasil. La cooperación francesa se centrará exclusivamente en el casco del submarino nuclear.

 

Según Dilma Rousseff, la inauguración de la UFEM hace que Brasil entre el selecto grupo de países que cuentan con submarinos nucleares. El submarino de propulsión nuclear sería comisionado en el 2023 y entraría en operación en el 2025. Su costo total sería de unos 2.600 millones de dólares, aunque según algunas estimaciones podría ascender hasta unos 4.000 millones de dólares.

 

Como argentinos, quienes escribimos estas líneas celebramos la pujanza del principal socio estratégico de nuestro país y su preocupación por dotar a sus fuerzas armadas de los medios necesarios para salvaguardar sus inconmensurables riquezas naturales. En ese aspecto el gobierno argentino haría bien en seguir el ejemplo del país hermano.

 

Ahora bien, un submarino nuclear es un desafío tecnológico y económico-financiero de gran magnitud. Para que tenga sentido como sistema de armas, deberán construirse al menos dos o tres unidades más, lo cual significa otra suma importante de dinero.

 

Por otra parte, en materia de submarinos las primeras clases rara vez son buenas, menos aún lo son los prototipos. Basta con mirar a países con experiencia en la materia para comprobar que realmente es así. Gran Bretaña es un ejemplo de ello. La clase Astute está lejos de ser la primera clase de submarinos nucleares británicos y sin embargo no está exenta de problemas técnicos y de debilidades estructurales. A eso hay que agregarle el fuerte incremento de los costos previstos y las constantes demoras en el cronograma de construcciones.

 

Recordamos que ya en marzo del 2008, el programa de la clase “Astute” estaba excedido de presupuesto en un 48 por ciento y con un retraso de 47 meses. En noviembre de 2009, debido a nuevos retrasos causados por una a serie de cuestiones técnicas y otras, las demoras llegaron a un total de 57 meses y el costo era 53% superior al presupuestado. A eso hay que agregarle las demoras en el inicio de las pruebas de mar de la segunda unidad de la clase, el Ambush.

 

Brasil está desarrollando su propia industria militar y hace bien en buscar cierta independencia en ese sentido. Los argentinos sabemos de bloqueos en la adquisición de material militar, en especial del proveniente de algunos países miembros de la OTAN. La pregunta es si no hubiera sido más sensato optar por la construcción de submarinos convencionales y no emprender un proyecto faraónico. ¿El dinero invertido en el o los submarinos de propulsión nuclear no podría ser invertido en algo más provechoso, como podrían ser por ejemplo las obras de infraestructura?

 

Brasil ansía tener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Dilma Rousseff no escondió la relación que tiene el proyecto del submarino nuclear con ese deseo.

 

Los brasileños buscan convertir a su país en una potencia mundial, pero tal vez esté errando el rumbo e incluso el objetivo. Si ser potencia mundial implica tener un arsenal lo suficientemente poderoso como para imponer sus puntos de vista respecto a las cuestiones mundiales por medio de la fuerza militar o al menos por su capacidad disuasiva, el precio para los brasileños (o para algunos brasileños) puede terminar siendo demasiado elevado.

 

Brasil debe promover su desarrollo interno, el bienestar de su pueblo y la integración regional. Brasil debe potenciar su influencia diplomática y su vocación de país pacífico. Desde ya eso no implica descuidar las fuerzas armadas y lamentamos tener que aclararlo, porque eso es precisamente lo que está haciendo Argentina. Pero el proyecto de un submarino nuclear no parece ser algo imprescindible para lograr un lugar de prestigio y de sana influencia en el mundo. Al menos no en un mundo que deberá empezar a resolver sus problemas con más prudencia, más creatividad, más solidaridad y menos armas. Puede sonar utópico pero pronto otro tipo de mundo podría no ser posible.