LA DEFENSA BRITÁNICA ENFRENTA DECISIONES CLAVE

25.09.2018 10:11
 
Los británicos deberán tomar decisiones muy importantes sobre el rumbo que quieran darle a su marina de guerra o la misma se degradará rápidamente. La carencias son muchas. La terminación del segundo portaaviones Clase Queen Elizabeth avanza y el prototipo de la clase pronto comenzará las pruebas con los F-35B. Los F-35 y particularmente el F-35B todavía están lejos de alcanzar la plena madurez operativa, y la variante de despegue corto y aterrizaje vertical tiene sus propias limitaciones en capacidad de cargar armas y en su autonomía. A esto hay que sumarle los problemas con los que deberán ser sus buques de escolta. Los problemas de propulsión de los destructores Type 45 aún no han sido resueltos y tienen otra desventaja adicional: son tan ruidosos que un submarino los puede detectar a 100 millas de distancia. En materia de fragatas por ahora las únicas existentes son las Type 23. Han sido sometidas a constantes modernizaciones y mantenimiento pero también a un uso intensivo. Sus misiles antinavío Harpoon corren el riesgo de ser dados de baja sin reemplazo, hecho particularmente significativo si consideramos que aún no hay un misil antibuque para los F-35. Algunas Type 23 probablemente sean sacrficadas para salvar los buques de asalto anfibio que aún le quedan a la Royal Navy. Por otra parte los submarinos Clase Trafalgar están acercándose a la fecha de su baja definitiva y por una cuestión de diseño los Clase Astute son incapaces de seguir el ritmo de navegación de los Clase Queen Elizabeth y de su escolta; su historial de accidentes echa más dudas sobre sus capacidades reales. Finalmente está el problema de la falta de personal, en especial de personal calificado y experimentado; aunque hubiera más buques en servicio no habría tripulantes suficientes para los mismos.
 
En este contexto las autoridades británicas mantienen por ahora su decisión de construir los SSBN que reemplazarán a la Clase Vanguard, portadora de los misiles balísticos con ojivas nucleares. En ese aspecto (y en muchos otros) las cuentas no cierran y amenzan con echar más tinta roja en los registros financieros del Ministerio de Defensa británico. La decisión más sensata sería la de cancelar el programa pero los intereses en juego son muchos y el dinero ya gastado en el proyecto también. Entre tanto el tiempo corre y los británicos son incapaces siquiera de desmantelar sus submarinos nucleares dados de baja. Casi la mitad de ellos todavía tiene combustible nuclear en sus reactores, son bombas de tiempo esperando el momento de estallar.
 
En un contexto global complejo y multipolar los británicos siguen comportándose como si siguieran siendo la potencia naval que alguna vez fueron. Su presencia se extiende desde el Atlántico Norte hasta Malvinas y la Antártida, desde el Mediterráneo y el Golfo Pérsico hasta el Mar del Sur de China; sus Royal Marines deberán reforzar el frente de Ucrania. Si el Reino Unido no comienza a actuar de manera más realista el hecho de que en algún lugar del mundo su marina de guerra se vea seriamente desbordada podría ser solo una cuestión de tiempo. Parece como si algunos esperaran eso para justificar un mayor gasto militar.