LA OBSESIÓN BRITÁNICA POR LOS SUBMARINOS PODRÍA HUNDIR A SU MARINA REAL

05.12.2018 10:40
 
La National Audit Office (NAO - Oficina Nacional de Auditoría) británica, estima que el déficit del presupuesto de defensa británico para los próximo diez años se encuentra en algún lugar entre los 4.000 y los 20.000 millones de libras. Se sabe que la primer cifra es poco realista (probablemente el piso sea más del doble, cerca de los 9.000 millones de dólares). También se advirtió que el techo de 20.000 millones de libras (25.600 millones de dólares) en determinadas circunstancias podría ser perforado. Parece que los británicos se esmeraran en lograrlo.
 
Los programas de los submarinos portadores de misiles balísticos (SSBN) Clase Dreadnought y de submarinos de ataque de propulsión nuclear (SSN) Clase Astute son responsables de aproximadamente el 40% del déficit de la Defensa británica. Aún así el Ministerio de Defensa del Reino Unido está determinado a seguir adelante con ambos programas sin dilaciones que puedan ser generadas por la falta de fondos. Ya se formó un fondo de contingencia para la Clase Dreadnought y ya se lo está gastando (y no sólo en la Clase Dreadnought).
 
El programa de adquisiciones de la Defensa británica es por demás ambicioso, casi -cuando no manifiestamente - descabellado. Se adquirieron y/o se están adquiriendo aviones antisubmarinos, aviones F-35, se construirán dos nuevas clases de fragatas, se está terminando el segundo portaaviones Clase Queen Elizabeth, se avanza inexorablemente con las dos clases de submarinos mencionadas, etcétera, etcétera. Con todo eso Londres retiene a sus Royal Marines y sus buques de asalto anfibio y le queda pendiente la tarea de resolver los graves problemas de propulsión de los destructores Type 45.
 
Recordamos que en tiempos de crisis, hace apenas seis años, los británicos debieron desguazar cuatro fragatas tipo 22, cortar en rodajas los aviones Nimrod, suspender del servicio activo un buque de asalto anfibio, retirar del servicio activo el portaaviones Ark Royal, vender la flota de aviones Harrier a un precio ridículo y reducir el número de efectivos de su marina de guerra y de su ejército a niveles de inoperancia. Si no aprendemos sus lecciones, a la historia le gusta repetirse.