TRECE HÉROES Y UN COBARDE
03.09.2021 11:04
Joe Biden es un mentiroso compulsivo, eso no es una novedad, quienes lo conocen afirman que miente sobre todo. El problema es que el hombre ostenta el cargo de Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y sus mentiras empiezan a tener consecuencias graves. Trascendió que en julio, Biden mantuvo una conversación telefónica con el presidente afgano. El afgano había informado a su par estadounidense que su país estaba sufriendo una invasión masiva de los talibanes desde Pakistán. Biden le dijo que sabía de la situación y le indicó que ocultara la gravedad de los hechos. En otras palabras, el mandatario estadounidense sabía que las fuerzas afganas no resistirían y que el colapso era muy probable. Sus organismos de Inteligencia le habían informado lo mismo. No importó, las tropas norteamericanas abandonaron sus bases y ni los aliados de la OTAN fueron puestos al tanto. Ahora Biden afirma que el colapso era imprevisible.
Los últimos cinco aviones que despegaron de Kabul no llevaban a bordo ciudadanos estadounidenses aún cuando éstos se agolpaban en las puertas del aeropuerto. Algunos ni siquiera lograron llegar al mismo, a pesar de esforzados y reiterados intentos. Fuerzas especiales británicas y francesas salían a buscar a sus ciudadanos bien afuera del perímetro de seguridad y los escoltaban a través del peligroso cerco talibán. Si usted así lo prefiere, puede denominar ese cerco como "el anillo de seguridad externo". Las "fallas" en ese perímetro externo significaron la muerte de trece soldados norteamericanos y la de casi dos centenares de afganos.
Cuando los cuerpos de esos trece soldados arribaron a la Base Aérea de Dover, en los EEUU, fueron transportados, con el debido ceremonial, de los aviones a las ambulancias que los llevarían a sus ciudades y pueblos natales. La emoción era visible en los rostros de los camaradas de armas de los caídos que tuvieron que llevar a cabo la dura tarea. No había emoción en el rostro de Joe Biden que, en presencia de los padres de los caídos, miró repetidamente su reloj. Algunos trataron de justificarlo como nerviosismo. Fue una falta de respeto, el insulto final a trece soldados que no habrían muerto si el presidente no hubiera mentido y hubiera hecho las cosas bien.
Joseph Robinette Biden Jr. podrá no estar en la flor de las edades ni en sus momentos de mayor lucidez pero no está loco, es responsable de sus acciones. Sus colaboradores más cercanos lo están encubriendo aunque ya se perciben algunas grietas en el muro protector que intentan construir en torno a él. Algunos funcionarios, sólo algunos, no querían ser cómplices del derramamiento de sangre. Piensan que, tal vez, el presidente no estaba mirando el reloj. Quizá inconscientemente miraba sus manos. Observaba sus manos perversas, empapadas con la sangre de esos trece soldados valientes, que ahora - merecidamente - descansan en suelo estadounidense. Que Dios los tenga en su gloria.