EL BRITISH ARMY - UN EJÉRCITO DEBILITADO
El 5 de julio de este año tuvo lugar el anuncio oficial por parte del ministro de Defensa británico, Philip Hammond, sobre cómo sería la nueva estructura del Ejército Británico.
Hammond informó que el ejército se dividiría en términos generales en una fuerza "Adaptable" y una fuerza “De Reacción". La segunda incluiría un contingente altamente entrenado, bien equipado y en permanente disponibilidad para su despliegue inmediato, para llevar a cabo toda la gama de tareas de intervención. La fuerza “Adaptable” tendrá una gran proporción de reservistas.
En ese momento muchos miembros de la oposición e incluso parlamentarios del Partido Conservador criticaron con dureza la reestructuración. La mayoría argumentó que si bien habría una buena capacidad de disuasión y de reacción, no habría una fuerza capaz de llevar a cabo operaciones de mayores proporciones ni campañas largas. El tiempo no tardó en darles la razón.
Los primeros problemas no tardaron en aparecer y no deberían ser una sorpresa. Los miembros del Ejército Territorial son discriminados cuando van a solicitar empleo. Los empleadores tienen miedo de perder personal por períodos largos. Como era de esperar, las “culpables” son las empresas que se niegan a financiar la inteligencia, los servicios informáticos, la sanidad de combate y otros, que correrán por cuenta de la reserva.
La falta de reservistas que esta “discriminación" podría acarrear a mediano y/o largo plazo no es el mayor problema del Ejército Británico. Hay otros, más cercanos, más urgentes.
Muchos creen que la cantidad de guerras en las que suele involucrarse Gran Bretaña dota a sus fuerzas armadas de experiencia en combate. En parte puede que así sea. Pero quien defiende ese postulado a rajatabla desconoce la verdadera naturaleza de la guerra moderna. Al 21 de septiembre de este año las bajas británicas totales desde que comenzaron las operaciones en Afganistán en octubre del 2001 ascendían a 431 muertos.
Pero los problemas no terminan ahí. Estos días se informó que un millón de veteranos de las fuerzas armadas británicas sufren algún tipo de trastorno mental. Más allá del problema estrictamente humano, eso genera gastos en concepto de tratamientos médicos.
La guerra no es gratuita. Gran Bretaña deberá preguntarse si realmente quiere seguir manteniendo una gran influencia del estilo colonialista. Para ello necesitaría fuerzas armadas fuertes y costosas. También puede optar por una actitud más mesurada. Eso la llevaría a perder algo de poder. También podría valerle una mayor influencia moral. Dios quiera que los británicos sepan optar bien. Por el bien de todos.