LA DEFENSA BRITÁNICA PUSO PROA HACIA EL ABISMO
Hablar del futuro siempre tiene un valor relativo. La incertidumbre acecha a cada paso. Aún así solemos hacer planes y es bueno que así sea. Hoy está de moda resaltar el aquí y ahora, pero si no aprendemos las experiencias del pasado, corremos el riesgo de repetir errores y si no hacemos proyectos a futuro, éste - eventualmente - nos toma desprevenidos.
Esto suena a una obviedad rayana en el absurdo. No parece ser así en lo que se refiere al actual gobierno británico.
Un ejemplo de ello es la decisión tomada con respecto a la adquisición de la variante STOVL del F-35. El tema ameritaría hacer un análisis profundo de algunas razones no muy visibles que también pesaron en tal decisión. Para lo que concierne al presente análisis, es aceptable tomar como totalmente ciertas y completas las afirmaciones del gabinete británico. Eso significa que la incertidumbre de algunas cuestiones tecnológicas a resolver y sobre todo el costo de montar catapultas EMALS, inclinaron la balanza.
Eso resuelve la situación del aquí y ahora. “No tenemos fondos para pagar las EMALS, no dotaremos a los portaaviones de EMALS” parece ser el razonamiento. No importa que en el mediano y largo plazo se pierda dinero y capacidades. El F-35B es más caro de comprar y mantener y tiene una menor autonomía y capacidad de cargar armas, pero ese es un problema que no importa ahora. Lo importante es que las cuentas cierren ya.
Con el mismo criterio se vendieron los Harrier. Se hacía caro mantenerlos en un momento de déficit presupuestario. La urgencia de ayer se convirtió en el problema de hoy: Gran Bretaña no tiene aviones ni portaaviones y no está claro cuándo los volverá a tener.
Ayer la reina Isabel II presentó la agenda legislativa del gobierno británico para los próximos doce meses. La misma establece la reducción del déficit y la estabilidad económica como grandes prioridades. "La primera prioridad de mis ministros será reducir el déficit y restablecer la estabilidad económica", indicó la reina, en momentos en que Gran Bretaña, sometida a un drástico plan de ajuste, acaba de entrar oficialmente en recesión.
¿Cómo va a afectar la reducción del déficit fiscal a las fuerzas armadas británicas? Bien, ya lo adelantó hace apenas unos días el secretario de Defensa Philip Hammond: batallones y regimientos enteros de infantería y de blindados serán disueltos. Pero eso es sólo el principio.
Cuando se iniciaron los actuales recortes del presupuesto de defensa inglés, se había dicho que se los compensaría incrementando el presupuesto a partir del 2015. Hammond ya adelantó que eso no sucederá.
Pero ahí no acaban los problemas para la defensa británica: pronto habrá que reemplazar el sistema de misiles balísticos Trident y probablemente los submarinos que los portan. El proyecto no tendrá una partida presupuestaria independiente, saldrá del presupuesto regular para la defensa.
Lo lógico sería cancelar el reemplazo y fortalecer la defensa convencional. Pero lo que es lógico para los contribuyentes no necesariamente es lógico para todos: la industria bélica no resignará fácilmente su tajada presupuestaria y Gran Bretaña posiblemente siga financiando proyectos faraónicos. Tiene un “buen” argumento. La cooperación militar con los EEUU y Francia - sobre todo con Francia - se verá resentida. Los portaaviones británicos no les servirán a los franceses.
La idea de los autores de esta nota era escribir un análisis sobre la futura estrategia naval británica, a partir de la elección de la versión VSTOL de los portaviones clase Queen Elizabeth y los aviones F-35B. Pero hablar de estrategia sería otorgar demasiado crédito a una marina de guerra subordinada al fundamentalismo económico de un puñado de gobernantes ya sea desequilibrados, ya sea perversos.
Lo que hasta hace no mucho fue una superpotencia militar - aunque muchos no pueda o no quieran verlo así - va camino a convertirse en una potencia militar de segunda categoría.