LOS COLMILLOS ROJOS Y EL ICEBERG NEGRO
30.08.2021 08:56
Después de tener que esperar en Washington porque Joe Biden estaba "resolviendo" el conflicto afgano, al fin el Primer Ministro israelí logró reunirse con el mandatario estadounidense. Mientras el israelí trataba de decir unas palabras amables sobre su anfitrión que está negociando un acuerdo irracional con Irán, el presidente Biden se relajó y cerró los ojos. Todos los presentes y televidentes temían el ronquido, felizmente Naftali Bennett tuvo el buen criterio de dejar de hablar, estaba en claro que su país quedaba librado a su suerte.
También llegó el duro momento de recibir los cuerpos sin vida de los trece soldados estadounidenses muertos en el ataque suicida del jueves en Kabul. Parado al lado de su esposa Biden tuvo la oportunidad de insultar por última vez a sus soldados muertos y a sus familias. Miró si demasiado disimulo su reloj como quien quiere estar en otra parte y pronto. Ambas imágenes están recorriendo el mundo. Si no fueran trágicas, serían cómicas pero no lo son. Son un insulto, al igual que es un insulto que la Vicepresidente Kamala Harris esté en Vietnam promoviendo la agenda LGBTQI+ y hablando del cambio climático. El ambiente está caldeado, lo sabemos, pero es hora de levantar la bandera estadounidense, no la arcoiris, la verde o la blanca. Es patético ver como la prensa liberal intenta disimular lo indisimulable publicando noticias de todos los colores menos las que realmente importan.
El líder del mundo libre está casi completamente senil, su sucesora llegó hasta donde llegó gracias a amantes ricos y poderosos y porque cumplía con los requisitos demócratas de ser mujer, negra y asiática, sin importar su total falta de experiencia administrativa ni su completa ignorancia en asuntos internacionales. La aparente lucidez de Harris asusta tanto como la senilidad de Biden. La segunda en la línea sucesoria es Nancy Pelosi, igual de impresentable que Joe y Kamala. Huyó de Washington poco antes de los atentados de Kabul.
Afganistán es la punta de un iceberg negro, tapado no por el agua sino por la prensa del Estado Profundo. No hay salida fácil ni para los Estados Unidos de Norteamérica ni para lo que queda de Occidente. Los lobos están sedientos de sangre, por ahora la están lamiendo en las alcantarillas que circundan el aeropuerto de Kabul, donde doscientas personas regaron la suya por culpa de un terrorista suicida y de un presidente incompetente y malintencionado. ¡Adiós, Kabul! ¿Adiós Occidente?
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